domingo, 20 de septiembre de 2009

Bienvenidos, incluso el vicio


Tiene ya un rato que la creadora de este proyecto me invitó a participar con ella en una revista que, según me contó, no llegó a donde esperaba.

En fin, no soy yo quien debería hablar sobre esto, así que al grano.

Según tengo entendido, debería contarles a todos los lectores qué es lo que se hace (en este caso, qué es lo que hago yo) en las clases de Comunicación en la FES Acatlán.

Por lo que entendí esto es como un "cuadro de honor", donde se publicarán las tareas, trabajos, investigaciones, etc. Así que atendiendo a esta condición comenzaré mostrándoles un pequeño reportaje que trata sobre el tabaquismo, disfrútenlo.


Dicen que soy adictivo, por eso estoy aquí


por Alejandro Mercado

Recuerdo a la perfección el primer día que comencé con esto. Después de muchas críticas y sermones decidí acudir a un grupo de apoyo en el cual me han ayudado a entender que soy un problema, pero, a pesar de la auto aceptación no hay solución posible, nadie puede hacer nada ya que no depende de mí. ¿Quieres saber por qué?

Ese día llegué muy confiado a una sala en la que había cinco sillas formadas en círculo, varias de ellas estaban ya ocupadas minutos antes de que diera comienzo la sesión, las últimas dos las ocupamos un churro de mota y yo.

A mi derecha se sentó el “Churrito” —como pidió que le llamara—, después se encontraba una chica morena que vestía ropas de color amarillo y blanco, “Victoria”, decía un rótulo en su pecho. Cuando tuve oportunidad de platicar con ella me contó que ese era sólo uno de los muchos nombres que usaba. Su nombre real era “Chela”.

Yo ya la había visto en muchas fiestas, pero nunca nos habíamos dado el tiempo para conocernos, ya que es de las que socializa mucho y se la pasa de aquí para allá, con una y otra persona, por eso es que sólo nos habíamos visto, pero nunca conversamos seriamente.

En el siguiente asiento vi a otra chica, una joven bastante extraña, muy bien vestida, pero que claramente tenía algo raro. Sólo supe que le decían “Tacha”, porque en realidad no nos contó su problema, simplemente llegó para ser internada debido a la gravedad de su situación y se sentó ahí, mientras esperaba a los médicos que la atenderían.

Me pareció curioso que la niña popis estuviera esposada. Con ese porte y su elevada posición social, resultaba difícil creer que fuera peligrosa, pero la cosa es que era una droga muy potente, prófuga de la justicia. “Yo también, pero como no soy tan problemático me dejan andar libre, a menos que me exceda y me malviaje”, nos contó el Churrito cuando se llevaban a la Tacha.

En el último lugar, sentado a mi izquierda, estaba un médico especialista en adicciones. Según él, la reunión consistía en hablar de lo que hacíamos en el mundo real, a qué nos dedicábamos y cuál era el problema —se supone que todos los que estábamos ahí ya habíamos aceptado que teníamos algo malo—.

Entonces me miró y me dijo, “¿puedes presentarte?”. Yo me levanté lentamente de mi silla, intentaba mostrarme seguro pero… esto no era lo mismo que hablar con un grupo de personas en una fiesta; aquí no iba a hacerme el gracioso dibujando figuras de humo en la habitación, a pasar de boca en boca para “amenizar la reunión”, ni mucho menos.



Que también discriminan a los fumadores

Me sentía nervioso, pero comencé diciendo, “me llamo Marlboro, soy un cigarrillo y estoy aquí porque soy adictivo”. Los otros integrantes del grupo me miraron de un modo curioso y dijeron a coro: “hola Marlbolo”.

Ese saludo, cauteloso pero de buena fe, me animó a continuar cuando el médico me pidió contar mi historia: Como ya lo dije, mi nombre es Marlboro, y soy representante de una gran marca, la número uno del mundo en ventas de cigarrillos, pero más que eso, represento a todos los cigarrillos en esta situación.

Todo parecía marchar a la perfección para mí y los otros cigarrillos hasta que, un día de 1989, la Asamblea Mundial de la Salud (AMS) decidió decretar el Día Mundial Sin Tabaco (DMST), con el objetivo de “alentar a los fumadores a dejar de fumar y para incrementar el conocimiento del público sobre el impacto que tiene el tabaco en la salud.”

Bueno, creo que exageré, no todos los problemas comenzaron ahí, pero ese año fue cuando se nos declaró la guerra, no porque fuéramos tan malos como Hitler, más bien, porque resultamos nocivos para la salud de muchas personas, a pesar de que no sean fumadores, e incluso, dicen los que saben, también para el medio ambiente.

Fíjense que el asunto ha llegado a tal grado que aquí en México nos restringieron a través de una ley. Estoy consciente de que aproximadamente el 70% de la población no fuma y resultan afectadas por nuestros efectos nocivos al estar expuestas involuntariamente a nosotros, los cigarrillos, pero hace poco una joven llamada Viridiana Piña, fumadora, me comentó que esta ley no fue del todo justa: “está bien que protejan a las personas que no fuman, pero terminó siendo una ley que discrimina a los que sí lo hacemos”.

Según la Ley General para el Control del Tabaco, publicada el día 30 de mayo del 2008, en su artículo 5 establece que se debe “Proteger los derechos de los no fumadores a vivir y convivir en espacios 100% libres de humo de tabaco”, lo cual me parece bien, pero tampoco hay que llegar a los extremos.

Mario Ávila, otro joven fumador, se quejó de una mala experiencia que tuvo con estos espacios 100% libres de humo de tabaco. “Espacio 2009 fue uno de esos espacios… avisaron a los asistentes que no se permitiría fumar, y que no estaba permitido salir del evento, pero yo estuve ahí más de 12 horas sin posibilidad de fumar”.

Y es que no es lo mismo ir a un antro o un restaurante y te den chance de salir a fumarte un tabaco y regresas, digo, no es que lo uses de pretexto para echarte a correr y no pagar, pero no se vale. Que dejen a los pobres viciosos fumar, aunque sea en la azotea o yo que sé.

O dime Chela, ¿no nos vemos con más frecuencia en las fiestas que en los antros? Era tan lindo cuando todos convivíamos juntos al ritmo de la música antrera, pero ahora ya ni me dejan pasar. Tengo que ver desde afuerita —o si tengo suerte, desde la terraza, si es que el establecimiento cuenta con ella— como se divierten mis amigos, enserio que no se vale.



¿Yo, una epidemia?

Otro de los peros que nos ponen tiene que ver con los censos que hace la INEGI, en los que dice que tan solo en México, 68 de cada 100 personas de 18 a 29 años de edad nos han probado alguna vez en su vida, digo, son afortunados por conocerme y descubrir que soy encantador, pero la verdad es que a nivel mundial nos consideran una epidemia.

Somos tan malos que, según estudios de la Organización Mundial de la Salud (OMS), en 2003 morían 13 mil 500 personas cada día. En realidad los cigarrillos no las matamos. De ser así estaría recluido como la Tacha y no aquí sentado contándoles de nosotros. Lo que sucede es que algunas enfermedades —del corazón, cardiovasculares, y pulmonares, de estas destacan los tumores de tráquea, bronquios y pulmón— que resultan muy complicadas, y en la mayoría de los casos mortales, se asocian a nuestro consumo.

Otra de las razones por las que la OMS promueve el sacarme de la vida de las personas es que, según estimaciones basadas en las tendencias actuales, para el año 2020 nuestro consumo podrá ser la razón de más muertes a nivel mundial que “el VIH, la tuberculosis, la mortalidad materna, los accidentes de vehículos, el suicidio y el homicidio, combinados.”

¿Suena feo, no? Ahora que lo digo también lo creo, pero no toda la culpa es nuestra, estarán de acuerdo. En lo personal he conocido a personas que se fuman sólo un cigarrillo de vez en cuando, que “para calmar los nervios”. Del mismo modo sé de muchas personas que terminan fumándose más de una cajetilla al día, o sea, más de 20 tabacos diarios. Esos si que están criminales.

Y lo feo está en que la gran mayoría de las personas fumadoras son jóvenes, claro, porque los viejos ya se murieron… Lo siento, fue un mal chiste, pero con un alto grado de realidad. Otro dato interesante que ofrece la INEGI es la división de fumadores por edades, en las que ubica a los escuincles de secundaria (12 a 15 años) en un primer grupo (que llega hasta los 17 años), pero son sólo datos estadísticos, porque siendo sinceros, ¿no conocen a algún chamaquito de primaria que ya le entre al cigarro? Yo tampoco, pero me han contado de algunos.

Regresando un poquito a la Ley Antitabaco, sabían que otro de los puntos que ésta establece es la prohibición de la venta individual de cigarrillos, según esto, no con el fin de molestar los vendedores ambulantes que amablemente proveen de chicles, refrescos y demás antojitos a los que caminan por la ciudad; no, el objetivo principal era el de restringir el acceso que los chamacos tienen a nosotros.

Igual en la tiendita pueden encontrar el letrero, ese famoso que dice, “Yo no vendo cigarros a menores”. Que los dependientes sean o no responsables de hacerlo cumplir es una cosa, ¿pero en la calle quién cuida a los ambulantes? Exacto Churrito: nadie. Y nadie lo va a hacer, porque hasta ahora, por lo menos ese punto de la Ley es uno de los que no se han cumplido.


Quien se atreva, que se atenga a las consecuencias

Ahora me preguntarán que por qué digo cosas a favor de mí y otras en contra. La cosa es que estoy enterado de que hago daño, pero no todo es cuestión mía. El pedirme no ser fumado es como pedirle a Johnny Deep que no haga películas, simplemente sería negar mi existencia. Nada más chequen la Ley Antitabaco, que estipula nuestra restricción en muchos puntos, algunos muy inteligentes, y otros no tanto. Para mí que esto es cuestión de cultura, ya cada quién decide lo que hace y lo que no.

Por ejemplo, el 17 de diciembre del 2004 Bután se convirtió en el primer país que prohibió la venta y consumo de cigarrillos en lugares públicos, para mí es una medida en exceso drástica, pero igual y funciona. Sin embargo, sólo los ciudadanos son los que deben atenerse a estas medidas, ya que los turistas tienen total libertad de fumar, pero eso sí, si las autoridades sorprenden a un visitante extranjero vendiendo cigarrillos a un butanés, ¡aguas! Porque será acusado de contrabando, según Karma Tshering, de la oficina de Aduanas de Bután.

No sé si en México sea tan drástico el asunto como para llegar a tomar medidas de este tamaño, la cosa es que los fumadores deben saber lo que provoco, para que después no vengan a chillarme que “por tu culpa me voy a morir” y no sé qué…

Al terminar esa larga presentación me senté un poco confundido. No estaba seguro de todo lo que había dicho, no porque fuera mentira, sino porque me di cuenta que en verdad soy un gran problema. Yo, tan inofensivo que me pensaba, soy un gran problema. Ni modo ¿qué puedo hacer? La decisión no es mía. Yo soy un cigarrillo y estoy aquí para que alguien me fume, pero quien se atreva a hacerlo que se atenga a las consecuencias.


Pues ese es mi aporte de hoy, ¡hasta otra!

5to Semestre de Comunicación, FES Acatlán

1 comentario:

  1. Me encantó este texto. Tiene unos dedazos, pero no importan. Es original, fresco e informativo.

    ¡Gracias!

    ResponderEliminar