Por: Mario Alberto Ávila
Hace 24 años que no se da ni una muestra de solidaridad como la que se vio después de aquella mañana del 19 de septiembre de 1985, en la que el pueblo (bueno, malo, feo, bonito y todas las demás clasificaciones que solos nos hemos dado) se ayudó entre sí tras recibir el espaldarazo por parte de las autoridades que, al verse sobrepasadas por la contingencia, se guarecieron en lugar de salir en favor de la población.
Tal vez no se han dado muestras de ese tamaño… dado que todos conocemos historias de personas que sin deberla ni temerla, pagan el precio por defender a los demás, por no permitir que pasen por encima de las garantías de las personas. Pero parece que a nadie le importa.
La semana pasada tuvimos un claro ejemplo, gracias a la cobertura mediática y la resonancia del suceso en los medios de comunicación masiva, de un suceso desafortunado que aconteció en la estación Balderas del STCM. A través de un vídeo de las cámaras de seguridad, retrasmitido en televisión y en la internet, fuimos espectadores mudos de lo sucedido.
Sin embargo, de entre los miles que estaban en el andén esperando que llegara el convoy; de los cientos que dentro de los vagones esperaban entre manoseos, un calor desmedido, un olor característico y una que otra mentada de madre, que el tren avanzara; de entre todos ellos, sólo uno pasó de ser un mudo observador de la escena a hacer algo dentro de ella.
Es un acto heroico para muchos, estúpido para otros tantos, pero lo cierto es que un hombre perdió la vida por enfrentar a otro que sin razón alguna sobrepasó los límites de lo razonable y atropello los derechos y las emociones de los demás, algo que nadie debiese hacer por el simple hecho de que todos somos humanos.
Empero, no ha sido más que lo que nosotros mismos, como sociedades, nos hemos encargado de crear… ¿Cuántos más existen, como Esteban Cervantes, dispuestos a pagar el costo, que en muchos casos es la vida, por los principios y valores que “nos inculcaron”?
5to semestre Comunicación, FES Acatlán
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